/ domingo 29 de noviembre de 2020

No es el virus lo que nos está matando

La apuesta de los gobiernos a que la conciencia social sea la forma de detener esta pandemia ha sido todo un fracaso. En un principio el aislamiento y confinamiento ayudaron a frenar en cierta forma los contagios, quizá ayudados por el temor de desconocer la gravedad del virus, sin embargo, a estas alturas, pedirles a los ciudadanos que nuevamente se queden en casa resulta difícil. Sobre todo, porque la economía se ha restablecido gradualmente, se han abierto comercios y eso sin lugar a dudas se ha vuelto un incentivo para que las personas tengan una mayor movilidad.

Esta probado que, cuando se reduce la movilidad se reducen los contagios, sin embargo, tal parece que hemos estado sobreponiendo el tema económico sobre el tema de salud. No podemos pensar en una salud económica, sin una salud biológica.

Definitivamente el panorama actual es desalentador, incluso peor que en el mes de mayo donde vivimos una crisis severa de contagios, colapsos hospitalarios y defunciones. Lamentablemente todavía hay mucha gente a la que parece no importarle saber que está poniendo en riesgo la vida de otros, al no acatar las medidas mínimas necesarias, al romper restricciones que son de carácter obligatorio.

El que semana tras semana se repita la historia de cientos de reportes de reuniones y eventos que operan en la clandestinidad e infringen lo ya dispuesto por las autoridades, nos lleva concluir que el virus no es lo que está acabando con nosotros, sino la inconciencia de algunos ciudadanos irresponsables.

Por hoy, no hay mejor vacuna que utilizar en todo momento el cubrebocas. ¿Acaso es tan difícil usarlo?. Yo no creo que el personal de salud aguante más, que el personal de inspección y verificación se pase todas las noches dispersando reuniones, eventos y fiestas, ese no es el camino.

Entendamos todos que podemos estar peor de cómo estamos, imagínense que al enfermar un familiar no tenga una cama de hospital, que tenga que quedarse en su casa, que no consiga oxígeno, que solo tenga que pasar tiempo para la peor. No se vale que la irresponsabilidad de algunos ponga en riesgo la salud de varios, tenemos que ser más enérgicos, más estrictos, más duros en aplicar sanciones ejemplares.

La apuesta de los gobiernos a que la conciencia social sea la forma de detener esta pandemia ha sido todo un fracaso. En un principio el aislamiento y confinamiento ayudaron a frenar en cierta forma los contagios, quizá ayudados por el temor de desconocer la gravedad del virus, sin embargo, a estas alturas, pedirles a los ciudadanos que nuevamente se queden en casa resulta difícil. Sobre todo, porque la economía se ha restablecido gradualmente, se han abierto comercios y eso sin lugar a dudas se ha vuelto un incentivo para que las personas tengan una mayor movilidad.

Esta probado que, cuando se reduce la movilidad se reducen los contagios, sin embargo, tal parece que hemos estado sobreponiendo el tema económico sobre el tema de salud. No podemos pensar en una salud económica, sin una salud biológica.

Definitivamente el panorama actual es desalentador, incluso peor que en el mes de mayo donde vivimos una crisis severa de contagios, colapsos hospitalarios y defunciones. Lamentablemente todavía hay mucha gente a la que parece no importarle saber que está poniendo en riesgo la vida de otros, al no acatar las medidas mínimas necesarias, al romper restricciones que son de carácter obligatorio.

El que semana tras semana se repita la historia de cientos de reportes de reuniones y eventos que operan en la clandestinidad e infringen lo ya dispuesto por las autoridades, nos lleva concluir que el virus no es lo que está acabando con nosotros, sino la inconciencia de algunos ciudadanos irresponsables.

Por hoy, no hay mejor vacuna que utilizar en todo momento el cubrebocas. ¿Acaso es tan difícil usarlo?. Yo no creo que el personal de salud aguante más, que el personal de inspección y verificación se pase todas las noches dispersando reuniones, eventos y fiestas, ese no es el camino.

Entendamos todos que podemos estar peor de cómo estamos, imagínense que al enfermar un familiar no tenga una cama de hospital, que tenga que quedarse en su casa, que no consiga oxígeno, que solo tenga que pasar tiempo para la peor. No se vale que la irresponsabilidad de algunos ponga en riesgo la salud de varios, tenemos que ser más enérgicos, más estrictos, más duros en aplicar sanciones ejemplares.