/ viernes 8 de marzo de 2024

Por la nueva ruta de la seda, la era de Occidente se encuentra en una encrucijada

Frankopan, en su ensayo Las nuevas rutas de la seda, como lo planteamos en el artículo de la semana pasada, nos dice que hoy todos los caminos conducen a Pekín. Incluso los talibanes aprovechan, y apoyan el gasoducto TAPI, sin duda su interés es que frente a ellos se presenta algo ventajoso que les permitirá explotar la vasta riqueza mineral del país afgano, que se evalúa en billones de dólares. De acuerdo con el Servicio Geológico de Estados Unidos, Afganistán podría albergar cerca de sesenta millones de toneladas métricas de cobre, dos mil doscientos millones de toneladas de depósitos de hierro, treinta y dos mil toneladas de mercurio, millones de toneladas de potasa y enormes reservas de elementos raros como litio, berilio, niobio y cesio. Y para lograrlo se requiere infraestructura, que se construye en el nuevo cinturón económico de la nueva ruta de la seda, y pues hay que usufructuarla. Esta ruta, es un nuevo sistema internacional de encadenamientos económicos y de transporte.

El 6 de septiembre de 2013, el presidente chino Xi Jinping llegó a Astaná, la nueva y deslumbrante capital de Kazajistán, una ciudad con edificios modernos como el centro comercial y de entretenimiento Jan Shatyr, el Palacio de la Paz y la Reconciliación o la sala de conciertos central de Kazajistán, tres nuevas estructuras arquitectónicas. Y en esa visita Xi expresó: “Durante milenios, los pueblos de los distintos países de la antigua ruta de la seda han escrito conjuntamente un capítulo de amistad que llega hasta este mismo día”.

Hoy participan en esta propuesta de desarrollo más de ochenta países, que engloban a Asia Central y a los países del sur y sureste de Asia, a los de Oriente Próximo, a Turquía y los países de Europa oriental, así como a diversos estados de África y el Caribe. Como dice el presidente Xi: “China tiene una solución: una comunidad de destino común para la humanidad”. Y lo primero es resolver el problema del subdesarrollo de las infraestructuras de los países de la ruta. La red que China ha estado construyendo es más amplia y ambiciosa y se extiende desde el Pacífico, el océano Índico y el interior de África.

Frankopan sostiene en su texto que la expansión de las empresas chinas no se ha llevado a cabo solo mediante préstamos, sino también a través de adquisiciones que parecen formar parte de una amplia estrategia conjunta. Por ejemplo, las compañías chinas han adquirido, ya sea de forma parcial o total, terminales marítimas en España, Italia y Bélgica. En 2016, la empresa naviera china Cosco tomó el control del puerto griego de El Pireo, después de lo cual anunció planes para invertir 620 millones de dólares más en la ampliación y modernización del astillero. Entretanto, Cosco compró la Orient Overseas Container Line, lo cual la convirtió en una de las mayores empresas de transporte de contenedores del mundo.

En la cumbre del foro de Cooperación China-África celebrada en 2018 en Pekín, el presidente Xi declaró que, a propósito de las relaciones con África, China seguía un enfoque basado en “cinco noes”: “No interferir en la búsqueda de los países africanos de una ruta de desarrollo acorde con sus condiciones nacionales; no intervenir en los asuntos internos de los países africanos; no imponer a los países africanos nuestra voluntad; no vincular la ayuda a África a ningún tipo de condición política; y no buscar beneficios políticos egoístas en la inversión y cooperación financiera con África”.

Los chinos asumen que la inversión china tiene el potencial para ayudar a resolver el atraso de África en materia de infraestructura, pero ello ha hecho aumentar la deuda y creado pocos puestos de trabajo en la mayoría de los países, si es que los ha creado. Un ejemplo es el puerto de aguas profundas de Hambantota, en Sri Lanka, que costó mil trescientos millones de dólares, pero cuya utilización, está muy por debajo de las previsiones, difícilmente permite justificar semejante inversión. Pero en el verano de 2017, el puerto fue arrendado por noventa y nueve años a una compañía china a cambio de la deuda, una solución que generó un problema político en el país. Sin embargo, situaciones como ésta, los chinos las están replicando en otros países. Hoy la gran preocupación de Estados Unidos es cómo contrarrestar los esfuerzos de China para redibujar el Pacífico.

jshv0851@gmail.com

Frankopan, en su ensayo Las nuevas rutas de la seda, como lo planteamos en el artículo de la semana pasada, nos dice que hoy todos los caminos conducen a Pekín. Incluso los talibanes aprovechan, y apoyan el gasoducto TAPI, sin duda su interés es que frente a ellos se presenta algo ventajoso que les permitirá explotar la vasta riqueza mineral del país afgano, que se evalúa en billones de dólares. De acuerdo con el Servicio Geológico de Estados Unidos, Afganistán podría albergar cerca de sesenta millones de toneladas métricas de cobre, dos mil doscientos millones de toneladas de depósitos de hierro, treinta y dos mil toneladas de mercurio, millones de toneladas de potasa y enormes reservas de elementos raros como litio, berilio, niobio y cesio. Y para lograrlo se requiere infraestructura, que se construye en el nuevo cinturón económico de la nueva ruta de la seda, y pues hay que usufructuarla. Esta ruta, es un nuevo sistema internacional de encadenamientos económicos y de transporte.

El 6 de septiembre de 2013, el presidente chino Xi Jinping llegó a Astaná, la nueva y deslumbrante capital de Kazajistán, una ciudad con edificios modernos como el centro comercial y de entretenimiento Jan Shatyr, el Palacio de la Paz y la Reconciliación o la sala de conciertos central de Kazajistán, tres nuevas estructuras arquitectónicas. Y en esa visita Xi expresó: “Durante milenios, los pueblos de los distintos países de la antigua ruta de la seda han escrito conjuntamente un capítulo de amistad que llega hasta este mismo día”.

Hoy participan en esta propuesta de desarrollo más de ochenta países, que engloban a Asia Central y a los países del sur y sureste de Asia, a los de Oriente Próximo, a Turquía y los países de Europa oriental, así como a diversos estados de África y el Caribe. Como dice el presidente Xi: “China tiene una solución: una comunidad de destino común para la humanidad”. Y lo primero es resolver el problema del subdesarrollo de las infraestructuras de los países de la ruta. La red que China ha estado construyendo es más amplia y ambiciosa y se extiende desde el Pacífico, el océano Índico y el interior de África.

Frankopan sostiene en su texto que la expansión de las empresas chinas no se ha llevado a cabo solo mediante préstamos, sino también a través de adquisiciones que parecen formar parte de una amplia estrategia conjunta. Por ejemplo, las compañías chinas han adquirido, ya sea de forma parcial o total, terminales marítimas en España, Italia y Bélgica. En 2016, la empresa naviera china Cosco tomó el control del puerto griego de El Pireo, después de lo cual anunció planes para invertir 620 millones de dólares más en la ampliación y modernización del astillero. Entretanto, Cosco compró la Orient Overseas Container Line, lo cual la convirtió en una de las mayores empresas de transporte de contenedores del mundo.

En la cumbre del foro de Cooperación China-África celebrada en 2018 en Pekín, el presidente Xi declaró que, a propósito de las relaciones con África, China seguía un enfoque basado en “cinco noes”: “No interferir en la búsqueda de los países africanos de una ruta de desarrollo acorde con sus condiciones nacionales; no intervenir en los asuntos internos de los países africanos; no imponer a los países africanos nuestra voluntad; no vincular la ayuda a África a ningún tipo de condición política; y no buscar beneficios políticos egoístas en la inversión y cooperación financiera con África”.

Los chinos asumen que la inversión china tiene el potencial para ayudar a resolver el atraso de África en materia de infraestructura, pero ello ha hecho aumentar la deuda y creado pocos puestos de trabajo en la mayoría de los países, si es que los ha creado. Un ejemplo es el puerto de aguas profundas de Hambantota, en Sri Lanka, que costó mil trescientos millones de dólares, pero cuya utilización, está muy por debajo de las previsiones, difícilmente permite justificar semejante inversión. Pero en el verano de 2017, el puerto fue arrendado por noventa y nueve años a una compañía china a cambio de la deuda, una solución que generó un problema político en el país. Sin embargo, situaciones como ésta, los chinos las están replicando en otros países. Hoy la gran preocupación de Estados Unidos es cómo contrarrestar los esfuerzos de China para redibujar el Pacífico.

jshv0851@gmail.com