/ jueves 12 de octubre de 2023

Kingo Nonaka, el japonés revolucionario que participó en las batallas de San Pedro y Torreón

Kingo Nonaka fue un joven japonés que se convirtió en testigo y partícipe de uno de los movimientos revolucionarios más importantes de México a principios del siglo XX

En medio de los relatos históricos que rodean a la Revolución Mexicana, emerge una historia que trasciende fronteras y culturas: la de Kingo Nonaka, un joven japonés que se convirtió en testigo y partícipe de uno de los movimientos revolucionarios más importantes de México a principios del siglo XX.

Nacido en la prefectura de Fukuoka, Japón, el 2 de diciembre de 1889, Kingo Nonaka aterrizó en México en 1906, a la temprana edad de 16 años. Su objetivo inicial era adentrarse en el cultivo de café en Chiapas, un sueño que lo llevaría a traspasar continentes y encontrarse en un lugar insospechado: la Revolución Mexicana.

A su llegada a México, Kingo se encontró en Ciudad Juárez, Chihuahua, donde fue acogido por una generosa mujer que no solo le brindó sustento sino también educación. Poco después, Kingo Nonaka se unió como enfermero a la sección de sanidad del grupo maderista, liderado por Francisco I. Madero, y posteriormente se unió a las filas de los villistas en la famosa División del Norte, encabezada por el icónico Pancho Villa.

Fue en los campos de batalla y hospitales de campaña donde Kingo encontró su lugar en la Revolución, convirtiéndose en un hábil enfermero y fotógrafo. No solo cuidó de los heridos, sino que inmortalizó muchos momentos clave del conflicto con su cámara Graflex. Entre sus misiones notables, Kingo Nonaka trató y curó las heridas del brazo de Francisco I. Madero, quien resultó herido en un ataque fallido a Casas Grandes, en Galeana.

Durante los años 1913 y 1914, Kingo Nonaka fue testigo y participante de importantes batallas, incluyendo Chihuahua, Ojinaga, San Pedro de las Colonias, Paredón, Torreón y Zacatecas, contribuyendo con sus habilidades en la sanidad a lo que él mismo consideraba "el mejor servicio sanitario de la Revolución Mexicana".

Posteriormente, Kingo Nonaka, a quien su hijo Genaro dedica un libro en su honor, se convirtió en un apasionado fotógrafo que capturó la vida cotidiana en Tijuana durante las décadas de 1920 y 1940. Sus imágenes retratan la evolución de la ciudad y son testimonio de un período crucial en la historia de México.

La vida de Kingo Nonaka continuó con su participación en la fundación del Instituto Nacional de Cardiología en la Ciudad de México, donde contribuyó a establecer una institución médica de gran prestigio. Pasó sus últimos años en Monterrey, sin volver a Tijuana.

Genaro Nonaka, el hijo de Kingo, decidió rendir homenaje a la vida aventurera de su padre al descubrir su autobiografía, la cual detalla sus notables vivencias y su papel en la Revolución Mexicana. En las páginas de este libro, se hallan imágenes que capturan momentos históricos, incluyendo la Toma de Torreón el 2 de abril de 1914, donde se destaca la figura de Kingo Nonaka, montando un caballo y participando en el evento.

La historia de Kingo Nonaka es un recordatorio de que la Revolución Mexicana atrajo no solo a compatriotas, sino a individuos de diferentes rincones del mundo, y que sus legados perduran a través de los relatos y fotografías que dejan atrás.




En medio de los relatos históricos que rodean a la Revolución Mexicana, emerge una historia que trasciende fronteras y culturas: la de Kingo Nonaka, un joven japonés que se convirtió en testigo y partícipe de uno de los movimientos revolucionarios más importantes de México a principios del siglo XX.

Nacido en la prefectura de Fukuoka, Japón, el 2 de diciembre de 1889, Kingo Nonaka aterrizó en México en 1906, a la temprana edad de 16 años. Su objetivo inicial era adentrarse en el cultivo de café en Chiapas, un sueño que lo llevaría a traspasar continentes y encontrarse en un lugar insospechado: la Revolución Mexicana.

A su llegada a México, Kingo se encontró en Ciudad Juárez, Chihuahua, donde fue acogido por una generosa mujer que no solo le brindó sustento sino también educación. Poco después, Kingo Nonaka se unió como enfermero a la sección de sanidad del grupo maderista, liderado por Francisco I. Madero, y posteriormente se unió a las filas de los villistas en la famosa División del Norte, encabezada por el icónico Pancho Villa.

Fue en los campos de batalla y hospitales de campaña donde Kingo encontró su lugar en la Revolución, convirtiéndose en un hábil enfermero y fotógrafo. No solo cuidó de los heridos, sino que inmortalizó muchos momentos clave del conflicto con su cámara Graflex. Entre sus misiones notables, Kingo Nonaka trató y curó las heridas del brazo de Francisco I. Madero, quien resultó herido en un ataque fallido a Casas Grandes, en Galeana.

Durante los años 1913 y 1914, Kingo Nonaka fue testigo y participante de importantes batallas, incluyendo Chihuahua, Ojinaga, San Pedro de las Colonias, Paredón, Torreón y Zacatecas, contribuyendo con sus habilidades en la sanidad a lo que él mismo consideraba "el mejor servicio sanitario de la Revolución Mexicana".

Posteriormente, Kingo Nonaka, a quien su hijo Genaro dedica un libro en su honor, se convirtió en un apasionado fotógrafo que capturó la vida cotidiana en Tijuana durante las décadas de 1920 y 1940. Sus imágenes retratan la evolución de la ciudad y son testimonio de un período crucial en la historia de México.

La vida de Kingo Nonaka continuó con su participación en la fundación del Instituto Nacional de Cardiología en la Ciudad de México, donde contribuyó a establecer una institución médica de gran prestigio. Pasó sus últimos años en Monterrey, sin volver a Tijuana.

Genaro Nonaka, el hijo de Kingo, decidió rendir homenaje a la vida aventurera de su padre al descubrir su autobiografía, la cual detalla sus notables vivencias y su papel en la Revolución Mexicana. En las páginas de este libro, se hallan imágenes que capturan momentos históricos, incluyendo la Toma de Torreón el 2 de abril de 1914, donde se destaca la figura de Kingo Nonaka, montando un caballo y participando en el evento.

La historia de Kingo Nonaka es un recordatorio de que la Revolución Mexicana atrajo no solo a compatriotas, sino a individuos de diferentes rincones del mundo, y que sus legados perduran a través de los relatos y fotografías que dejan atrás.




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