La desigualdad entre el pobre y el rico

Pies descalzos y curtidos por el trabajo

César Acosta Amaya | El Sol de La Laguna

  · sábado 24 de diciembre de 2022

La desigualdad entre el pobre y el rico. / Foto: El Sol de La Laguna

Calzar huaraches, tenis o unos refinados y costosos zapatos, es lo mismo para los pies.

Sin embargo, la diferencia se llama pobreza o desigualdad ante el poder de don dinero.

Se acerca el 24 de diciembre y habrá muchos olvidados, esos que con penurias apenas llevan lo elemental para convivir en sus hogares esta nochebuena, sacrificando un par de zapatos para cubrirse del frío llevando un pollo o un pedazo de carne para la cena.

Pero esto data desde hace tiempo por el rechazo de muchos hacia los pobres o de quienes la indiferencia es su tarjeta de presentación.

Hoy en día, la medición de la pobreza ha pasado al olvido y esto debe ser ya una llamada de atención para quienes suelen llamarse grupos altruistas o bien para las autoridades municipales de cualquier entidad, porque la carencia de servicios sociales es el pan de cada día.

Se dice que en los pueblos olvidados o indígenas hay más del 80 por ciento de personas que carecen de seguridad social, mientras que el 27 por ciento no sabe leer o escribir un mensaje y mucho menos contar con un puesto remunerado y seguro. La pregunta es, ¿cómo sobreviven? porque lo más grave es que hay 2.7 millones de familias en el país que carecen de lo más indispensable para comer... ¿Usted se acuerda de los pobres en la cena de navidad?

Quizá sean muy pocos los que saben que las peores condiciones socioeconómicas se presentan con mayor profundidad en las comunidades agrícolas o indígenas alejadas, que obligan a muchos a bajar a la "ciudad" en busca de ayuda o qué comer.

Es obvio que se trata de un rezago y carencias de antaño, y claro, por la persistencia de la discriminación e insuficiencia de políticas públicas para mejorar las condiciones de los olvidados.

Sería imposible dimensionar el grado de pobreza en esos lugares alejados de la mancha urbana, sin embargo, no basta ir tan lejos para conocer y detectar unos pies descalzos, esos que con el paso del tiempo se curten en la labor, en la obra o en la oscuridad de la indigencia, ¿y nosotros, qué hacemos para ayudar?, nada absolutamente nada o muy poco, porque en navidad cada quien se rasca con sus propias uñas, cuando podríamos obsequiar una canasta básica alimentaria con lo mínimo indispensable, esas que se reparten en época de elecciones, sacrificando o limitándonos a cambio en nuestro hogar para que otros tengan que llevarse algo a la boca en Nochebuena.

Existe una ley desde el 2012 de Economía Social y Solidaria, que supuestamente fue creada para ayudar a los grupos vulnerables y discapacitados, pero la verdad, todos se la pasan por el arco del triunfo, porque no funciona, cuando se trata de estímulos que prevé la propia Ley.

Claro que en estos tiempos dejamos de pensar en los más débiles, porque cada cual piensa en sólo llevar agua a su molino ¿y los desamparados dónde quedan?. Ojo, porque quizá algún día lleguemos así y no hay que olvidar que lo que sembramos cosechamos, tal como lo dictan los cánones.

No obstante, habrá muchos pies descalzos o con huaraches en esta Nochebuena, mientras que nosotros, estaremos sentados frente a un humeante pavo, pierna al horno, cerveza o wiski ¿y ellos qué?

Falta mucho por avanzar para lograr disminuir la pobreza, la desigualdad y la discriminación y mientras tanto, habrá siempre círculos sociales alejados uno del otro, producto a la vez del egoísmo, y la despreocupación por ayudar a nuestros semejantes en dificultades y carencias.

¿Y usted, ya hizo su carta a Santa Claus?

Hágala, pero no se olvide de los pies descalzos o de quienes con mucho orgullo calzan huaraches pese a las inclemencias del tiempo.

¡Feliz Navidad!