/ martes 14 de noviembre de 2023

Reflejos | La edad media y la sangre

Aunque para algunos resulte increíble en la Edad Media se creía que la mujer en el período menstrual podía transmitir veneno a través de la mirada y la sangre representaba el líquido vital para formar demonios.

La iglesia católica, que jugó un papel determinante en esta etapa, trató de dar explicación a este fenómeno fisiológico en la mujer. Impuso sus creencias ortodoxas y relacionaba la menstruación con lo sobrenatural y, por lo tanto, se consideraba a la mujer una intermediaria del diablo. Además, la mujer debía obedecer a lo que dijera la Iglesia sobre este tema, de lo contrario, sería considerada una bruja y estaría viviendo en pecado.

La experiencia de las mujeres con la menstruación estaba marcada por la falta de conocimiento médico, la falta de acceso a productos de higiene adecuados y la estigmatización cultural en torno a este tema.

La comprensión y la experiencia de la menstruación variaban según la región y la clase social, pero en general, había una falta de conocimiento del propio cuerpo y estigmatización en torno a ella. Muchas mujeres tenían una visión muy limitada del por qué ocurría y la asociaban con creencias supersticiosas.

En la investigación científica “Aspectos socioculturales de la menstruación en la Edad Media” del doctor Gunther Balarezo López, se documenta que, con la Santa Inquisición, la mujer era perseguida porque se relacionaba a la doncella menstrual con el diablo. En tal sentido, a los hombres se les tenía prohibido tocar a la menstruante y se consideraba a la menstruación como un síntoma de una enfermedad desconocida; por ello, a la mujer se le considera en esos días como “enferma o mala”.

Las mujeres de la alta sociedad podían tener acceso a recursos como paños limpios para la higiene, pero la mayoría de las mujeres en la Edad Media no tenían acceso a productos de higiene menstrual modernos. En su lugar, podrían haber usado trozos de tela, lana o incluso musgo. Esto era inadecuado para mantener una higiene adecuada y podía causarles infecciones.

Esto llevó a prácticas como el aislamiento de las mujeres durante su período y la creación de mitos y supersticiones en torno a la menstruación. Este tabú tuvo un gran impacto en la forma en que las mujeres eran percibidas y tratadas en la sociedad medieval: eran rechazadas y juzgadas.

En esta etapa, se creía también que la menstruación podía afectar a la comida y bebida, causando que la leche se agriara, la cerveza se amargara y la mantequilla no se formara como debía de ser. También se pensaba que la sangre menstrual podía tener poderes místicos y se utilizaba en diversas prácticas de brujería y hechicería.

Además, algunas creencias populares sostenían que la presencia de una mujer menstruando podía alterar el equilibrio de ciertos aspectos de la naturaleza y, por lo tanto, influir en la agricultura y la ganadería.

La menstruación, al igual que la propia mujer, fue cambiando. Hoy en día, cada día son más débiles los estigmas que la rodean, derribando los mitos que nos han mantenido rezagadas y oprimidas por años.

Aunque para algunos resulte increíble en la Edad Media se creía que la mujer en el período menstrual podía transmitir veneno a través de la mirada y la sangre representaba el líquido vital para formar demonios.

La iglesia católica, que jugó un papel determinante en esta etapa, trató de dar explicación a este fenómeno fisiológico en la mujer. Impuso sus creencias ortodoxas y relacionaba la menstruación con lo sobrenatural y, por lo tanto, se consideraba a la mujer una intermediaria del diablo. Además, la mujer debía obedecer a lo que dijera la Iglesia sobre este tema, de lo contrario, sería considerada una bruja y estaría viviendo en pecado.

La experiencia de las mujeres con la menstruación estaba marcada por la falta de conocimiento médico, la falta de acceso a productos de higiene adecuados y la estigmatización cultural en torno a este tema.

La comprensión y la experiencia de la menstruación variaban según la región y la clase social, pero en general, había una falta de conocimiento del propio cuerpo y estigmatización en torno a ella. Muchas mujeres tenían una visión muy limitada del por qué ocurría y la asociaban con creencias supersticiosas.

En la investigación científica “Aspectos socioculturales de la menstruación en la Edad Media” del doctor Gunther Balarezo López, se documenta que, con la Santa Inquisición, la mujer era perseguida porque se relacionaba a la doncella menstrual con el diablo. En tal sentido, a los hombres se les tenía prohibido tocar a la menstruante y se consideraba a la menstruación como un síntoma de una enfermedad desconocida; por ello, a la mujer se le considera en esos días como “enferma o mala”.

Las mujeres de la alta sociedad podían tener acceso a recursos como paños limpios para la higiene, pero la mayoría de las mujeres en la Edad Media no tenían acceso a productos de higiene menstrual modernos. En su lugar, podrían haber usado trozos de tela, lana o incluso musgo. Esto era inadecuado para mantener una higiene adecuada y podía causarles infecciones.

Esto llevó a prácticas como el aislamiento de las mujeres durante su período y la creación de mitos y supersticiones en torno a la menstruación. Este tabú tuvo un gran impacto en la forma en que las mujeres eran percibidas y tratadas en la sociedad medieval: eran rechazadas y juzgadas.

En esta etapa, se creía también que la menstruación podía afectar a la comida y bebida, causando que la leche se agriara, la cerveza se amargara y la mantequilla no se formara como debía de ser. También se pensaba que la sangre menstrual podía tener poderes místicos y se utilizaba en diversas prácticas de brujería y hechicería.

Además, algunas creencias populares sostenían que la presencia de una mujer menstruando podía alterar el equilibrio de ciertos aspectos de la naturaleza y, por lo tanto, influir en la agricultura y la ganadería.

La menstruación, al igual que la propia mujer, fue cambiando. Hoy en día, cada día son más débiles los estigmas que la rodean, derribando los mitos que nos han mantenido rezagadas y oprimidas por años.