/ domingo 17 de mayo de 2020

Coronavirus y recesión: ¿Qué Hacer?

La Nueva Política Económica (NEP) de Lenin fue denominada como un “repliegue estratégico” ante las circunstancias de crisis económica que atravesaba el gobierno emanado de la Revolución Rusa: se reconoció la relevancia del sector privado para enfrentar y resolver los rezagos que enfrentaba la primera nación socialista de la historia.

Después de Lenin se olvidó esa lección y la Unión Soviética se embarcó en la construcción de un Estado Planificador que buscó sustituir la función de la empresa privada.

Su estrategia generó una factura, social, política, económica, tecnológica y de concentración de poder que se acumuló por décadas y que se pagó en 1991: después de una larga crisis económica y ante el fracaso de la perestroika y la glasnost, la Unión Soviética desapareció, así como su esfera de influencia.

La China de Mao Zedong vivió su propia experiencia: al terminar la Segunda Guerra Mundial, la planeación estatal del gobierno chino buscó transformar a su país en la tercera potencia industrial mundial, era objetivo por alcanzar para la década de los años setenta del siglo XX.

La Revolución Cultural (Gran Revolución Cultural Proletaria) acaecida entre 1966 y 1976 fue el producto de los rezagos y fracasos que China enfrentaba después de casi tres décadas de planificación comunista.

A diferencia de lo ocurrido en la Unión Soviética, el ascenso de Deng Xiaoping dio una nueva oportunidad a China: a través de sus "Cuatro Modernizaciones" (economía, agricultura, desarrollo científico y tecnológico y defensa nacional) y con una visión denominada como “un país, dos sistemas”, China reconoció la relevancia de la empresa privada para generar crecimiento económico y progreso social: el Estado Desarrollador y su convivencia con el sector privado fue revalorado. Hoy es muy claro su éxito.

En los años setenta del siglo XX España hizo lo propio a través de sus Pactos de la Moncloa: sin olvidar el pasado decidió priorizar la construcción de un futuro de mayor prosperidad. Hoy pueden revisitar su pasado con mayor holgura.

En 2020 México vive el mayor reto de su historia moderna. La elección del 2018 le dio una oportunidad de construir una sociedad democrática, participativa e incluyente para terminar con décadas de crisis económicas y rezago social.

La caída del PIB en el 2019 fue una primera advertencia de lo que puede ocurrir sin un Acuerdo Nacional Incluyente, sin una política industrial basada en desarrollo tecnológico y sin la inversión productiva que se genera en el sector privado.

El Covid-19 llevó al extremo a la recesión económica, el desempleo, la caída de la inversión y ha llegado al consumo: un problema de salud pública se ha transformado en la segunda gran crisis global del siglo XXI y en la novena de México en menos de 40 años.

¿Qué camino seguirá el país?, ¿La Unión Soviética, China o España?

México debe construir su propio futuro: la lección de los resultados causados por la división del siglo XIX o de la aplicación de programas de recorte fiscal y austeridad en el siglo XX son evidentes: pobreza, informalidad, bajo crecimiento y dependencia de la economía de Estados Unidos.

México debe construir una nueva ruta de progreso en función de la Unión Nacional y pensando en el futuro, los riesgos de reconstruir desde los cimientos son elevados: después de décadas de crisis, la población mexicana merece un periodo de tranquilidad, prosperidad y desarrollo.

Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico

La Nueva Política Económica (NEP) de Lenin fue denominada como un “repliegue estratégico” ante las circunstancias de crisis económica que atravesaba el gobierno emanado de la Revolución Rusa: se reconoció la relevancia del sector privado para enfrentar y resolver los rezagos que enfrentaba la primera nación socialista de la historia.

Después de Lenin se olvidó esa lección y la Unión Soviética se embarcó en la construcción de un Estado Planificador que buscó sustituir la función de la empresa privada.

Su estrategia generó una factura, social, política, económica, tecnológica y de concentración de poder que se acumuló por décadas y que se pagó en 1991: después de una larga crisis económica y ante el fracaso de la perestroika y la glasnost, la Unión Soviética desapareció, así como su esfera de influencia.

La China de Mao Zedong vivió su propia experiencia: al terminar la Segunda Guerra Mundial, la planeación estatal del gobierno chino buscó transformar a su país en la tercera potencia industrial mundial, era objetivo por alcanzar para la década de los años setenta del siglo XX.

La Revolución Cultural (Gran Revolución Cultural Proletaria) acaecida entre 1966 y 1976 fue el producto de los rezagos y fracasos que China enfrentaba después de casi tres décadas de planificación comunista.

A diferencia de lo ocurrido en la Unión Soviética, el ascenso de Deng Xiaoping dio una nueva oportunidad a China: a través de sus "Cuatro Modernizaciones" (economía, agricultura, desarrollo científico y tecnológico y defensa nacional) y con una visión denominada como “un país, dos sistemas”, China reconoció la relevancia de la empresa privada para generar crecimiento económico y progreso social: el Estado Desarrollador y su convivencia con el sector privado fue revalorado. Hoy es muy claro su éxito.

En los años setenta del siglo XX España hizo lo propio a través de sus Pactos de la Moncloa: sin olvidar el pasado decidió priorizar la construcción de un futuro de mayor prosperidad. Hoy pueden revisitar su pasado con mayor holgura.

En 2020 México vive el mayor reto de su historia moderna. La elección del 2018 le dio una oportunidad de construir una sociedad democrática, participativa e incluyente para terminar con décadas de crisis económicas y rezago social.

La caída del PIB en el 2019 fue una primera advertencia de lo que puede ocurrir sin un Acuerdo Nacional Incluyente, sin una política industrial basada en desarrollo tecnológico y sin la inversión productiva que se genera en el sector privado.

El Covid-19 llevó al extremo a la recesión económica, el desempleo, la caída de la inversión y ha llegado al consumo: un problema de salud pública se ha transformado en la segunda gran crisis global del siglo XXI y en la novena de México en menos de 40 años.

¿Qué camino seguirá el país?, ¿La Unión Soviética, China o España?

México debe construir su propio futuro: la lección de los resultados causados por la división del siglo XIX o de la aplicación de programas de recorte fiscal y austeridad en el siglo XX son evidentes: pobreza, informalidad, bajo crecimiento y dependencia de la economía de Estados Unidos.

México debe construir una nueva ruta de progreso en función de la Unión Nacional y pensando en el futuro, los riesgos de reconstruir desde los cimientos son elevados: después de décadas de crisis, la población mexicana merece un periodo de tranquilidad, prosperidad y desarrollo.

Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico

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