Torreón, Coahuila.- La señora Mary Hernández y su hija Susana Medellín han vivido de la fayuca prácticamente toda su vida. Durante muchas décadas han tenido que soportar todo tipo de circunstancias, pero las más fuertes han sido las devaluaciones, recesiones, inseguridad y ahora esta epidemia del coronavirus.
Doña Mary tiene 69 años, nació en Gómez Palacio y sus orígenes son de una familia muy humilde en la colonia El Consuelo, por lo que a la edad de 8 años comenzó a trabajar en este negocio de la ropa conocida como de “segunda”.
Ella no quiso hablar mucho, argumentando que no le gusta el protagonismo, pues en el 2012 perdió a un ser querido cuando se negó a pagar derecho de piso en la ventas, y a la distancia, es un hecho que aún le duele.
Su hija, Susana Medellín lleva esta idiosincrasia y también ha sido su modo de vida los últimos 30 años. Ella recuerda cómo es que su madre inició en la venta de ropa: “de niña ellos iban al otro lado a traer la ropa que los gringos desechaban porque les faltaba un botón y tenían una mancha. Así que las traían, las lavaban y planchaban y las vendían acá. Su vida no fue fácil, sufrió mucho, pero siempre ha sido una mujer muy trabajadora”.
Cuando se casó con el padre de Susana siguió en la venta de ropa, pues tuvo un total de 8 hijos. “Una hermana murió de chiquilla, pero el golpe que más le dolió fue cuando se murió mi hermano”, dijo.
“En este trabajo nos ha tocado vivir de todo. Tenemos que soportar las inclemencias del tiempo, las envidias de quienes piensan que vivimos a toda madre, porque mucha gente piensa que esto es fácil, pero esta es la única forma que conocemos de trabajar. Para nosotros no hay días de descanso, todos los días trabajamos porque si no, no comemos. Aunque solo vendamos martes, jueves y sábado, el resto de la semana tememos que acomodar y cargar nuestras cajas para ir a vender nuestras cosas”, explicó.
Susana comentó que han tenido dos semanas muy complicadas: “la autoridad no nos ha dejado vender, por lo que tuvimos que despedir a una parte de nuestros empleados, porque pagamos al día y sin trabajar no les podemos pagar”.
“Nos prometieron una despensa, pero aún no nos dan nada. No sé qué va a pasar, ni cómo le vamos ayudar a la gente que trabaja con nosotros. Ojalá que el gobierno emprenda medidas que realmente nos ayuden. Nosotros confiamos mucho en Dios y sabemos que nos pondrá los medios para que esto se resuelva”, mencionó.
“Solo queremos trabajar, porque cuando los tianguis funcionan, no solo ganamos dinero nosotros, también ganan nuestros compañeros que venden gorditas, burritos y comida. Los que venden agua, los que venden bolsas, los que recogen botes, cartón y plástico. Es más, cuánto dinero recoge el gobierno de cuotas, porque no somos 50, somos muchas familias que nos dedicamos a esto”, concluyó.
