/ miércoles 10 de mayo de 2023

María Guadalupe sepultó después de 7 años los restos de sus hijos calcinados

"No ha habido verdad ni justicia"

La mañana del 9 de diciembre del año 2014, la voz de un hombre del otro lado del dispositivo móvil de María Guadalupe preguntó si era dueña de un automóvil Ford Malibú color naranja, unos cuerpos habían sido encontrados calcinados dentro de un carro con características similares al suyo:

– Pues mire, ahorita me salí a buscar a mis hijos porque se fueron en mi carro y no llegaron a la casa, –contestó, no le explicó que una noche antes un comando de hombres armados habían interceptado a sus dos hijos, nieta y nuera.

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Pues ya no lo busque. Ya lo encontramos. Le vamos a mandar una unidad de la policía –dijo el hombre y confió que formaba parte de la Policía Investigadora de Coahuila.

Cuando María Guadalupe Pérez Rodríguez, una trabajadora jubilada del Instituto Mexicano del Seguro Social llegó a las oficinas de la Fiscalía General de Justicia del Estado, el Ministerio Público le recomendó que tomara asiento.

Ella preguntó si sus hijos habían chocado, por qué estaban detenidos; sentía que le estaban contando una historia a cuenta gotas. El agente investigador insistió que se sentara, hasta que rompió el protocolo:

“Su carro lo encontramos en el punto de la Zona de Tolerancia de aquí de Piedras Negras. En el carro encontramos tres cuerpos y no se pueden identificar porque se trata de huesos calcinados ¿Sus hijos andaban en malos pasos? A lo mejor usted no se dio cuenta”.

II

La noche anterior fue helada en la frontera de Coahuila. Eran esas fechas en que al medio día hace calor y apenas llega la noche, el termómetro baja. Poco antes de las nueve de la noche, Diego Alonso marcó a su hermano David Basilio para que pasara por él a su trabajo en la Clínica 11 del Instituto Mexicano del Seguro Social y le llevara una chamara. A esa hora el termómetro marcaba 15 grados Celsius.

David Basilio le comentó a mamá que le prestara el Ford Malibú, ella contestó que, de acuerdo, pero que regresaran pronto porque había mucha violencia en la ciudad. Toda la franja fronteriza era controlada por Omar Treviño Morales, líder del Cártel de Los Zetas y se hablaba de asesinatos, secuestros, venganzas.

David Basilio tenía 23 años de edad y una hija pequeña que había dejado en Estados Unidos; Diego Alonso, 27 años, un examen de ingreso a la universidad: una esposa y una hija de 5 años que esa noche recogieron para ir a comprar una pizza, pero a los pocos metros un comando de hombres armados vestidos de negro, encapuchados, les cerraron el paso a bordo de camionetas oscuras. A los hombres los golpearon, les preguntaban por un hombre apodado “La Paloma”, también trabajador del IMSS.

La esposa de Diego sólo escuchaba gritos de dolor, súplicas diciendo que ellos no conocían a nadie con el sobrenombre de “La Paloma”. El jefe del comando ordenó a otro pistolero llevarse a las mujeres, las subió al Ford Malibú para dejarlas afueras de la ciudad. Ellas intentaron entrar a un mini súper; los empleados les cerraron la puerta en la cara, alegando que no querían problemas.

En algún momento el hombre encapuchado se quitó la máscara y pidió a la mujer que lo viera bien, porque si decía algo la iba a matar junto con toda la familia y ella desesperada corría con la niña en los brazos. En algún momento un taxista las recogió y dijo que las iba a llevar a donde ellas pidieran. Las dejó cerca de la casa de María Guadalupe y ahí empezó toda esa historia que no la puede abandonar ni un momento.

III

Fueron días, semanas de acudir a las oficinas del Ministerio Público, María Guadalupe sabía que sus dos hijos estaban desaparecidos y en su auto habían encontrado restos humanos calcinados; en ningún lugar le registraban la denuncia por desaparición.

En ese ir y venir en dependencias, de pasar horas sentada en una banca sin que nadie la recibiera, la abordó María Hortensia Rivas Rodríguez (+), entonces presidenta de Familias Unidas AC.

–¿Qué andas haciendo acá?, muchacha ¿Cuál es tu caso? Mira, yo pertenezco a un colectivo de personas desaparecidas. A mí también me desaparecieron a un hijo (Víctor Manuel Guajardo). No sé si te interesa adherirte a nosotros. Te vamos a asesorar y a decirte a dónde vayas.

Finalmente el 21 de abril de 2015 levantaron la denuncia de la desaparición porque María Hortensia le presentó personal de la Ciudad de México que vino a exhumar los restos y sacar muestras de ADN, determinaron que no se trataba de tres cuerpos, sino de cuatro. En primera instancia pensaron que se trataba de tres cuerpos porque sólo había un cráneo, los otros tres se reventaron y desaparecieron porque se quemaron a más de 600 grados.

Una hermana que la acompañó a ver los restos, definió que unos huesos calcinados podrían tratarse de Diego Alonso: él era alto, los restos eran largos y otro que tenía los dientes quebrados podría tratarse de David. A través de las reuniones del colectivo con la Organización de las Naciones Unidas y Cruz Roja internacional, lograron el apoyo del Equipo Argentino de Antropología Forense, ellos descifraron que los restos correspondían a sus hijos y a dos personas más, aparentemente se trataban de un mecánico de Piedras Negras y su ayudante, un jovencito de 17 años de edad.

Foto: Cortesía | María Guadalupe Pérez Rodríguez

“Yo lo único que pedí cuando me dijeron fue que me formaran los restos para poder identificarlos, el cráneo completo era de mi hijo David Basilio”.

Los restos fueron entregados en el año 2021 para darles sepultura-, un año después las remanentes que se fueron a laboratorio.

IV

María Guadalupe y sus cuatro hijos: tres hombres y una mujer, son originarios de Sabinas, Coahuila, ubicado a 121 kilómetros. Al jubilarse ella y después de que su hijo Diego Alonso obtuviera una plaza sindical, se mudaron a la frontera. Su hijo tenía la ilusión de ser médico.

Allá por marzo de 2015, María Guadalupe recibió una llamada de la universidad: habían aceptado a Diego en la carrera de medicina. Ella les explicó todo, dijo: “Pues ya no se va a poder”.

Y colgó.

V

Lo que María Guadalupe Pérez Rodríguez logró recolectar en varios años de investigación por su cuenta, es que sus hijos tenían un dinero ahorrado para poner un negocio, eran alrededor de 180 mil pesos.

“En aquel entonces mi hijo andaba comprando una casa, pidió un préstamo por medio del sindicato del Seguro Social y mi otro hijo, pues como acababa de llegar de Estados Unidos, traía algo de dinero. Iban a poner un negocio. Ese dinero no apareció por ningún lado. Yo investigué en el banco y las cuentas estaban vacías”.

También, se dio cuenta que a donde fuera se encontraba a tres personas que se le quedaban observando y logró platicar con el hombre apodado “La Paloma”, quien le recomendó ya no buscar más respuestas, que había mucha gente peligrosa siguiéndola y corría peligro. Regresó a vivir a Sabinas.

Hasta ahorita nomás me entregaron los restos de mis hijos, no ha habido verdad ni justicia ni creo que la haya porque nadie hace nada. Tal vez con el tiempo, ya ve que se han destapado muchas cosas, hay un Dios y no se van a ir de aquí sin pagar lo que hicieron”.

Epílogo

Los otros dos cuerpos encontrados en el Chevrolet Malibú color naranja, uno corresponde a un joven de 17 años originario de Piedras Negras que trabajaba en una vulcanizadora, el otro al dueño del negocio.

Yolanda Vargas González, Presidenta de Familias Unidas A.C, platicó que la mamá del muchacho no ha querido reclamar los restos de su hijo, se niega a aceptar la muerte de ese muchacho.

“Cuando salió positivo se habló con la señora, se puso muy mal y dijo ‘Okay, si, está muy bien’, pero ya jamás ha vuelto la señora. No quiere aceptar que su hijo es una de las personas que fueron ya identificadas y no ha recibido los restos porque la señora dice que se pone muy mal, que ya no quiere pensar en que su hijo está fallecido y ella quiere seguir pensando que su hijo todavía tiene vida”.

La mañana del 9 de diciembre del año 2014, la voz de un hombre del otro lado del dispositivo móvil de María Guadalupe preguntó si era dueña de un automóvil Ford Malibú color naranja, unos cuerpos habían sido encontrados calcinados dentro de un carro con características similares al suyo:

– Pues mire, ahorita me salí a buscar a mis hijos porque se fueron en mi carro y no llegaron a la casa, –contestó, no le explicó que una noche antes un comando de hombres armados habían interceptado a sus dos hijos, nieta y nuera.

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Pues ya no lo busque. Ya lo encontramos. Le vamos a mandar una unidad de la policía –dijo el hombre y confió que formaba parte de la Policía Investigadora de Coahuila.

Cuando María Guadalupe Pérez Rodríguez, una trabajadora jubilada del Instituto Mexicano del Seguro Social llegó a las oficinas de la Fiscalía General de Justicia del Estado, el Ministerio Público le recomendó que tomara asiento.

Ella preguntó si sus hijos habían chocado, por qué estaban detenidos; sentía que le estaban contando una historia a cuenta gotas. El agente investigador insistió que se sentara, hasta que rompió el protocolo:

“Su carro lo encontramos en el punto de la Zona de Tolerancia de aquí de Piedras Negras. En el carro encontramos tres cuerpos y no se pueden identificar porque se trata de huesos calcinados ¿Sus hijos andaban en malos pasos? A lo mejor usted no se dio cuenta”.

II

La noche anterior fue helada en la frontera de Coahuila. Eran esas fechas en que al medio día hace calor y apenas llega la noche, el termómetro baja. Poco antes de las nueve de la noche, Diego Alonso marcó a su hermano David Basilio para que pasara por él a su trabajo en la Clínica 11 del Instituto Mexicano del Seguro Social y le llevara una chamara. A esa hora el termómetro marcaba 15 grados Celsius.

David Basilio le comentó a mamá que le prestara el Ford Malibú, ella contestó que, de acuerdo, pero que regresaran pronto porque había mucha violencia en la ciudad. Toda la franja fronteriza era controlada por Omar Treviño Morales, líder del Cártel de Los Zetas y se hablaba de asesinatos, secuestros, venganzas.

David Basilio tenía 23 años de edad y una hija pequeña que había dejado en Estados Unidos; Diego Alonso, 27 años, un examen de ingreso a la universidad: una esposa y una hija de 5 años que esa noche recogieron para ir a comprar una pizza, pero a los pocos metros un comando de hombres armados vestidos de negro, encapuchados, les cerraron el paso a bordo de camionetas oscuras. A los hombres los golpearon, les preguntaban por un hombre apodado “La Paloma”, también trabajador del IMSS.

La esposa de Diego sólo escuchaba gritos de dolor, súplicas diciendo que ellos no conocían a nadie con el sobrenombre de “La Paloma”. El jefe del comando ordenó a otro pistolero llevarse a las mujeres, las subió al Ford Malibú para dejarlas afueras de la ciudad. Ellas intentaron entrar a un mini súper; los empleados les cerraron la puerta en la cara, alegando que no querían problemas.

En algún momento el hombre encapuchado se quitó la máscara y pidió a la mujer que lo viera bien, porque si decía algo la iba a matar junto con toda la familia y ella desesperada corría con la niña en los brazos. En algún momento un taxista las recogió y dijo que las iba a llevar a donde ellas pidieran. Las dejó cerca de la casa de María Guadalupe y ahí empezó toda esa historia que no la puede abandonar ni un momento.

III

Fueron días, semanas de acudir a las oficinas del Ministerio Público, María Guadalupe sabía que sus dos hijos estaban desaparecidos y en su auto habían encontrado restos humanos calcinados; en ningún lugar le registraban la denuncia por desaparición.

En ese ir y venir en dependencias, de pasar horas sentada en una banca sin que nadie la recibiera, la abordó María Hortensia Rivas Rodríguez (+), entonces presidenta de Familias Unidas AC.

–¿Qué andas haciendo acá?, muchacha ¿Cuál es tu caso? Mira, yo pertenezco a un colectivo de personas desaparecidas. A mí también me desaparecieron a un hijo (Víctor Manuel Guajardo). No sé si te interesa adherirte a nosotros. Te vamos a asesorar y a decirte a dónde vayas.

Finalmente el 21 de abril de 2015 levantaron la denuncia de la desaparición porque María Hortensia le presentó personal de la Ciudad de México que vino a exhumar los restos y sacar muestras de ADN, determinaron que no se trataba de tres cuerpos, sino de cuatro. En primera instancia pensaron que se trataba de tres cuerpos porque sólo había un cráneo, los otros tres se reventaron y desaparecieron porque se quemaron a más de 600 grados.

Una hermana que la acompañó a ver los restos, definió que unos huesos calcinados podrían tratarse de Diego Alonso: él era alto, los restos eran largos y otro que tenía los dientes quebrados podría tratarse de David. A través de las reuniones del colectivo con la Organización de las Naciones Unidas y Cruz Roja internacional, lograron el apoyo del Equipo Argentino de Antropología Forense, ellos descifraron que los restos correspondían a sus hijos y a dos personas más, aparentemente se trataban de un mecánico de Piedras Negras y su ayudante, un jovencito de 17 años de edad.

Foto: Cortesía | María Guadalupe Pérez Rodríguez

“Yo lo único que pedí cuando me dijeron fue que me formaran los restos para poder identificarlos, el cráneo completo era de mi hijo David Basilio”.

Los restos fueron entregados en el año 2021 para darles sepultura-, un año después las remanentes que se fueron a laboratorio.

IV

María Guadalupe y sus cuatro hijos: tres hombres y una mujer, son originarios de Sabinas, Coahuila, ubicado a 121 kilómetros. Al jubilarse ella y después de que su hijo Diego Alonso obtuviera una plaza sindical, se mudaron a la frontera. Su hijo tenía la ilusión de ser médico.

Allá por marzo de 2015, María Guadalupe recibió una llamada de la universidad: habían aceptado a Diego en la carrera de medicina. Ella les explicó todo, dijo: “Pues ya no se va a poder”.

Y colgó.

V

Lo que María Guadalupe Pérez Rodríguez logró recolectar en varios años de investigación por su cuenta, es que sus hijos tenían un dinero ahorrado para poner un negocio, eran alrededor de 180 mil pesos.

“En aquel entonces mi hijo andaba comprando una casa, pidió un préstamo por medio del sindicato del Seguro Social y mi otro hijo, pues como acababa de llegar de Estados Unidos, traía algo de dinero. Iban a poner un negocio. Ese dinero no apareció por ningún lado. Yo investigué en el banco y las cuentas estaban vacías”.

También, se dio cuenta que a donde fuera se encontraba a tres personas que se le quedaban observando y logró platicar con el hombre apodado “La Paloma”, quien le recomendó ya no buscar más respuestas, que había mucha gente peligrosa siguiéndola y corría peligro. Regresó a vivir a Sabinas.

Hasta ahorita nomás me entregaron los restos de mis hijos, no ha habido verdad ni justicia ni creo que la haya porque nadie hace nada. Tal vez con el tiempo, ya ve que se han destapado muchas cosas, hay un Dios y no se van a ir de aquí sin pagar lo que hicieron”.

Epílogo

Los otros dos cuerpos encontrados en el Chevrolet Malibú color naranja, uno corresponde a un joven de 17 años originario de Piedras Negras que trabajaba en una vulcanizadora, el otro al dueño del negocio.

Yolanda Vargas González, Presidenta de Familias Unidas A.C, platicó que la mamá del muchacho no ha querido reclamar los restos de su hijo, se niega a aceptar la muerte de ese muchacho.

“Cuando salió positivo se habló con la señora, se puso muy mal y dijo ‘Okay, si, está muy bien’, pero ya jamás ha vuelto la señora. No quiere aceptar que su hijo es una de las personas que fueron ya identificadas y no ha recibido los restos porque la señora dice que se pone muy mal, que ya no quiere pensar en que su hijo está fallecido y ella quiere seguir pensando que su hijo todavía tiene vida”.

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