/ lunes 28 de febrero de 2022

Cuarentena pudo acabar con su oficio de bolero, pero familiares y amigos lo sacaron adelante

Ángel María Pérez González tiene 30 años desempeñándose como bolero en Gómez Palacio

Gómez Palacio, Durango.- Es imprescindible dar lustre a nuestro calzado; no obstante, las nuevas generaciones desdeñan este tipo de oficio, pues la mayoría usa tenis incluso para irse hasta en traje a trabajar, tal como lo dictan no los cánones, sino la moda, para algunos, negativa e insignificante.

Los boleros también son parte de la sociedad; sin embargo, por su oficio, para otros resulta desagradable su apariencia, aún cuando son los encargados de darle brillo a nuestros zapatos para que resulten impecables y la envidia de muchos.

Antes, este tarea era un servicio ambulante, pero al correr de los años, finalmente se establecieron en un lugar fijo, en la plaza principal, en lo que toca a Gómez Palacio.

Ángel Mario Pérez González es un lustrador de calzado en Gómez Palacio y ocupa una de las 7 bolerías que se ubican en la plaza principal.

Dice que gracias a sus familiares y amigos verdaderos logró sobrevivir en el pico más alto de la pandemia (2020), "porque fueron 40 días de incertidumbre, de cuarentena, de estrés o de nervios al no saber si tendríamos para comer mi familia y yo (su esposa y 4 hijos)”.

Llevándose la mano al pecho en señal de agradecimiento, recuerda que de no ser por la ayuda que le llegó, incluso desde el extranjero, su futuro hubiese sido incierto.

"Mis hermanas y un amigo de Estados Unidos me refaccionaron en esos 40 días en que se cerraron todos los negocios por la pandemia. De lo contrario no hubiéramos subsistido porque se me cerraron todas las puertas y por ello va una oración para que se les triplique lo que me dieron", subrayó.

"Mayito", cómo le dicen con aprecio sus clientes, trabaja desde las 9 de la mañana hasta las 19:30 horas todos los días y ocupa a un compañero para dar la batalla diaria.

Afirma ganar 800 pesos diarios brutos, pero que tan sólo le quedan 450 pesos, ya que tiene que pagar el sueldo del otro bolero y sufragar los gastos que le representa la adquisición de grasa, crema, betún, tinta fuerte, jabón de calabaza, brochas y a veces hasta de cepillos.

Originario de la famosa colonia Trincheras, Mario lleva 30 años en el oficio y afirma que permanecerá ahí hasta el final "pues mi bolería me ha dado todo, la mayoría satisfacciones y uno que otro sinsabor que me dejó marcado como la pandemia".

Asegura que con su salario diario le ha dado estudios a sus hijos y uno que otro gusto como el de pasear fuera de la ciudad, "obvio haciendo mis ahorros, porque a veces también es necesaria descansar....olvidarse de la rutina".

La boleada en Gómez Palacio está en 25 pesos, 5 pesos más desde diciembre pasado, que fue un acuerdo general que tomaron junto con sus otros 6 compañeros.

Los boleros están diseminados comúnmente en plazas principales, aunque aún hay ambulantes, quienes prestan sus servicios frente a lugares públicos, en cantinas o bares.

Sus clientes suelen ser oficinistas, políticos y empresarios y uno que otro joven que le gusta lucir bien, ya que el lustre en los zapatos es parte del implemento del buen vestir.

Este oficio tiene más de 100 años y perdurará, porque no ha salido aún alguna máquina que los supla.

Gómez Palacio, Durango.- Es imprescindible dar lustre a nuestro calzado; no obstante, las nuevas generaciones desdeñan este tipo de oficio, pues la mayoría usa tenis incluso para irse hasta en traje a trabajar, tal como lo dictan no los cánones, sino la moda, para algunos, negativa e insignificante.

Los boleros también son parte de la sociedad; sin embargo, por su oficio, para otros resulta desagradable su apariencia, aún cuando son los encargados de darle brillo a nuestros zapatos para que resulten impecables y la envidia de muchos.

Antes, este tarea era un servicio ambulante, pero al correr de los años, finalmente se establecieron en un lugar fijo, en la plaza principal, en lo que toca a Gómez Palacio.

Ángel Mario Pérez González es un lustrador de calzado en Gómez Palacio y ocupa una de las 7 bolerías que se ubican en la plaza principal.

Dice que gracias a sus familiares y amigos verdaderos logró sobrevivir en el pico más alto de la pandemia (2020), "porque fueron 40 días de incertidumbre, de cuarentena, de estrés o de nervios al no saber si tendríamos para comer mi familia y yo (su esposa y 4 hijos)”.

Llevándose la mano al pecho en señal de agradecimiento, recuerda que de no ser por la ayuda que le llegó, incluso desde el extranjero, su futuro hubiese sido incierto.

"Mis hermanas y un amigo de Estados Unidos me refaccionaron en esos 40 días en que se cerraron todos los negocios por la pandemia. De lo contrario no hubiéramos subsistido porque se me cerraron todas las puertas y por ello va una oración para que se les triplique lo que me dieron", subrayó.

"Mayito", cómo le dicen con aprecio sus clientes, trabaja desde las 9 de la mañana hasta las 19:30 horas todos los días y ocupa a un compañero para dar la batalla diaria.

Afirma ganar 800 pesos diarios brutos, pero que tan sólo le quedan 450 pesos, ya que tiene que pagar el sueldo del otro bolero y sufragar los gastos que le representa la adquisición de grasa, crema, betún, tinta fuerte, jabón de calabaza, brochas y a veces hasta de cepillos.

Originario de la famosa colonia Trincheras, Mario lleva 30 años en el oficio y afirma que permanecerá ahí hasta el final "pues mi bolería me ha dado todo, la mayoría satisfacciones y uno que otro sinsabor que me dejó marcado como la pandemia".

Asegura que con su salario diario le ha dado estudios a sus hijos y uno que otro gusto como el de pasear fuera de la ciudad, "obvio haciendo mis ahorros, porque a veces también es necesaria descansar....olvidarse de la rutina".

La boleada en Gómez Palacio está en 25 pesos, 5 pesos más desde diciembre pasado, que fue un acuerdo general que tomaron junto con sus otros 6 compañeros.

Los boleros están diseminados comúnmente en plazas principales, aunque aún hay ambulantes, quienes prestan sus servicios frente a lugares públicos, en cantinas o bares.

Sus clientes suelen ser oficinistas, políticos y empresarios y uno que otro joven que le gusta lucir bien, ya que el lustre en los zapatos es parte del implemento del buen vestir.

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