Pensar en México es pensar en picante y salsa, por lo que a lo largo de toda la república existen un sinfín de variedades, acordes a todos los gustos. El chamoy es uno de los pocos que se consumen como golosina, pero aunque parezca extraño, su origen no es precisamente mexicano. Te contamos la historia del Chamoy, la salsa que llegó desde Japón.
Aunque pocos lo recuerdan, el chamoy no es de origen propiamente mexicano, pues su versión original proviene de un platillo japonés llamado ‘umeboshi’. El cual se trata de un encurtido de ume que primero se sala, luego se seca y finalmente se exprime para extraer su jugo.
Aunque el umeboshi es de color café, se le suele añadir pintura vegetal para enrojecerlo. El platillo se suele servir con el albaricoque aplastado con su jugo y es muy ácido y salado, como el chamoy.
Cómo tal no existe un registro fidedigno sobre la llegada del umeboshi a México, o si este vino junto con migrantes japoneses o chinos. Sin embargo, según la historiadora Rachel Laudan, en su libro Cocina e Imperio, esta salsa llegó mediante la población china, quienes importaron el prunus mume, que es prácticamente igual al umeboshi japonés. Pero entonces, ¿cómo se convirtió en Chamoy?
El origen del Chamoy en México
Hay que destacar que no todo se trata de la gastronomía asiática, pues al llegar a México, el encurtido sufrió de mestizaje, lo cual dio lugar al chamoy actual. Además de chabacanos secos, al chamoy también se le agregó ingredientes como tamarindo, azúcar y chile.
Como ya debes de saber, la principal forma de consumo de esta salsa es como aderezo de frutas, verduras y hasta frituras. Pero también se suele comer como golosina y distribuido en pequeños sobres para facilitar su consumo.
¿Cómo hace chamoy casero?
Pese a que la receta puede variar, la tradición detalla necesitar ingredientes como: chabacanos secos, agua hirviendo, azúcar de caña, vinagre, manzana, jugo de limón, chile ancho en polvo, cucharadita sal de mar. El modo de preparación es sencillo.
Para prepararlo simplemente pon a remojar en el agua hirviendo los chabacanos hasta que se enfríe el agua. Cuando esté fría el agua y los chabacanos, ponlos en la licuadora, con todo y el agua con el resto de los ingredientes. Licua hasta que todo esté bien integrado. Si está muy espesa la mezcla pon más agua. Prueba y ajusta el sabor. Ponle más chile o más limón dependiendo de tu gusto.