/ viernes 19 de enero de 2024

La gran novela de las matemáticas

En su libro “La gran novela de matemáticas: De la prehistoria a la actualidad”, Mikaël Launay hace gala de su gran pasión por la primera ciencia, es un libro muy entretenido para todo tipo de lectores, el autor es un gran divulgador de las matemáticas, sin duda hace gala de un sinnúmero de herramientas, con las que nos muestra que las matemáticas son sorprendentes e incluso poéticas. Está muy consciente que, a la mayoría de las personas, no le gustan las matemáticas, aunque no sepan explicar por qué les desagradan. A pesar de ello, Mikaël se lanza con su texto y su canal de YouTube a divulgar los conocimientos matemáticos, haciendo hincapié en las ideas matemáticas más que en las personas que nos legaron el gran edificio matemático que ahora tenemos. Busca sobre todo que le demos una segunda oportunidad a las matemáticas.

En su novela nos muestra una manera muy amena, recreativa, de la evolución de las matemáticas, desde los tiempos de los babilonios hasta nuestros días, cómo fueron evolucionando las ideas matemáticas, cómo se propagaron sobre el globo terráqueo. Nos comparte su experiencia de hacer matemáticas, en el museo de Louvre, ¿Hacer matemáticas en el Louvre? Desde la llegada, encontramos la gran pirámide de vidrio que preside el centro del patio, lo que ya es una invitación a la geometría. Incluso la entrada de cualquier edificio, si la observamos está plagada de figuras geométricas, por algo la geometría fue la primera rama de la matemática.

Si nos remontamos a la Mesopotamia, diez mil años antes, podemos decir que al principio nadie sabía nada, a la mejor ni se planteaban que había algo que saber. Por ejemplo, para comer, había que cazar algún animal, y con qué instrumento. Nos narra el autor que “una vez acabado el perímetro, el tallador observa su nuevo instrumento, lo tiene a la luz con el brazo estirado para escrutar mejor el perfil y retocar algunos filos con dos o tres golpes adicionales hasta quedar satisfecho. ¿Qué siente en ese instante?, ¿experimenta ya esta exaltación formidable de la creación científica, la de haber sabido, mediante una idea abstracta, aprehender y moldear el mundo exterior? Poco importa, todavía no es el turno de la abstracción”.

En esta época la sedentarización ya es un éxito. Las viviendas de ladrillo, de adobe, forman las primeras aldeas. La agricultura está en desarrollo. El generoso clima permite cultivar las tierras sin irrigación artificial. Poco a poco se van domesticando animales y plantas. La cerámica es el primer arte del fuego, muy anterior al bronce, el hierro o el vidrio. El nuevo modo de vida necesita medios de almacenamiento, por lo que se fabrican recipientes a mansalva. Y así van apareciendo las matemáticas. Al final del cuarto milenio antes de nuestra era, hace ya casi 25 siglos, las pequeñas aldeas se van transformando en ciudades.

Se multiplicaban los intercambios culturales y comerciales. En esta revolución, las matemáticas van a desempeñar un papel de vanguardia. Se plantea entonces un problema: ¿cómo comparar el tamaño del rebaño que ha marchado con el del que regresa? Y así se desarrolla un sistema de fichas de arcilla. Para una oveja, se trata de un simple disco marcado con una cruz.

Estas fichas recibirán el nombre latino de calculi, que darán origen a la palabra cálculo. Este método es práctico, ¿Dónde guardar las fichas? En una bola de barro hueca y herméticamente cerrada. Pero dado que el número de animales está inscrito en la superficie de la bola, no bastaría simplemente con dibujar la imagen en fichas de un trozo de barro cualquiera. Por ejemplo, en una tablilla plana. Y esto se llamará escritura. Y así, también nacen las matemáticas, es el instante en que el número comienza a existir por y para sí mismo, este instante en que se libera de lo real para observarlo desde más arriba.

Luego se inventaron numerosos procedimientos para escribir los números. El más simple de ellos consistía en trazar tantos signos como el número deseado. El rastro más antiguo que se conoce de la probable utilización de este procedimiento data de mucho antes de la invención de la escritura por los sumerios. Una vez inventado el número, la matemática no va a tardar en hacerse plural. En su seno van a germinar poco a poco varias ramas como la aritmética, la lógica o el álgebra. Y así empieza la gran novela de las matemáticas de Launay.

jshv0851@gmail.com

En su libro “La gran novela de matemáticas: De la prehistoria a la actualidad”, Mikaël Launay hace gala de su gran pasión por la primera ciencia, es un libro muy entretenido para todo tipo de lectores, el autor es un gran divulgador de las matemáticas, sin duda hace gala de un sinnúmero de herramientas, con las que nos muestra que las matemáticas son sorprendentes e incluso poéticas. Está muy consciente que, a la mayoría de las personas, no le gustan las matemáticas, aunque no sepan explicar por qué les desagradan. A pesar de ello, Mikaël se lanza con su texto y su canal de YouTube a divulgar los conocimientos matemáticos, haciendo hincapié en las ideas matemáticas más que en las personas que nos legaron el gran edificio matemático que ahora tenemos. Busca sobre todo que le demos una segunda oportunidad a las matemáticas.

En su novela nos muestra una manera muy amena, recreativa, de la evolución de las matemáticas, desde los tiempos de los babilonios hasta nuestros días, cómo fueron evolucionando las ideas matemáticas, cómo se propagaron sobre el globo terráqueo. Nos comparte su experiencia de hacer matemáticas, en el museo de Louvre, ¿Hacer matemáticas en el Louvre? Desde la llegada, encontramos la gran pirámide de vidrio que preside el centro del patio, lo que ya es una invitación a la geometría. Incluso la entrada de cualquier edificio, si la observamos está plagada de figuras geométricas, por algo la geometría fue la primera rama de la matemática.

Si nos remontamos a la Mesopotamia, diez mil años antes, podemos decir que al principio nadie sabía nada, a la mejor ni se planteaban que había algo que saber. Por ejemplo, para comer, había que cazar algún animal, y con qué instrumento. Nos narra el autor que “una vez acabado el perímetro, el tallador observa su nuevo instrumento, lo tiene a la luz con el brazo estirado para escrutar mejor el perfil y retocar algunos filos con dos o tres golpes adicionales hasta quedar satisfecho. ¿Qué siente en ese instante?, ¿experimenta ya esta exaltación formidable de la creación científica, la de haber sabido, mediante una idea abstracta, aprehender y moldear el mundo exterior? Poco importa, todavía no es el turno de la abstracción”.

En esta época la sedentarización ya es un éxito. Las viviendas de ladrillo, de adobe, forman las primeras aldeas. La agricultura está en desarrollo. El generoso clima permite cultivar las tierras sin irrigación artificial. Poco a poco se van domesticando animales y plantas. La cerámica es el primer arte del fuego, muy anterior al bronce, el hierro o el vidrio. El nuevo modo de vida necesita medios de almacenamiento, por lo que se fabrican recipientes a mansalva. Y así van apareciendo las matemáticas. Al final del cuarto milenio antes de nuestra era, hace ya casi 25 siglos, las pequeñas aldeas se van transformando en ciudades.

Se multiplicaban los intercambios culturales y comerciales. En esta revolución, las matemáticas van a desempeñar un papel de vanguardia. Se plantea entonces un problema: ¿cómo comparar el tamaño del rebaño que ha marchado con el del que regresa? Y así se desarrolla un sistema de fichas de arcilla. Para una oveja, se trata de un simple disco marcado con una cruz.

Estas fichas recibirán el nombre latino de calculi, que darán origen a la palabra cálculo. Este método es práctico, ¿Dónde guardar las fichas? En una bola de barro hueca y herméticamente cerrada. Pero dado que el número de animales está inscrito en la superficie de la bola, no bastaría simplemente con dibujar la imagen en fichas de un trozo de barro cualquiera. Por ejemplo, en una tablilla plana. Y esto se llamará escritura. Y así, también nacen las matemáticas, es el instante en que el número comienza a existir por y para sí mismo, este instante en que se libera de lo real para observarlo desde más arriba.

Luego se inventaron numerosos procedimientos para escribir los números. El más simple de ellos consistía en trazar tantos signos como el número deseado. El rastro más antiguo que se conoce de la probable utilización de este procedimiento data de mucho antes de la invención de la escritura por los sumerios. Una vez inventado el número, la matemática no va a tardar en hacerse plural. En su seno van a germinar poco a poco varias ramas como la aritmética, la lógica o el álgebra. Y así empieza la gran novela de las matemáticas de Launay.

jshv0851@gmail.com