/ jueves 1 de diciembre de 2022

Sedena prevé gasto de 500 millones de pesos para adquirir tres drones

Son para vigilancia aérea, localización de objetivos y contra el crimen organizado

La Fuerza Aérea mexicana presenta un déficit en sus aeronaves no tripuladas para la implementación de operativos de inteligencia y vigilancia en zonas de difícil acceso en contra del crimen organizado. Esto se debe al siniestro de cuatro de sus drones entre 2020 y 2021, además del vencimiento de la licencia de softwares que dejó fuera de servicio a sus sistemas de operaciones.

Las aeronaves no tripuladas y controladas a distancia del Escuadrón 601, del sistema Báalam, que es donde se presenta el déficit, tienen como función controlar y prevenir actividades de la delincuencia organizada, en distintas zonas urbanas y rurales del territorio mexicano, mediante operaciones de búsqueda, localización, obtención y difusión de información en tiempo real, diurno y nocturno.

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Estas naves pueden fijar tanto blancos fijos como móviles.

De acuerdo con la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), “actualmente el Escuadrón Aéreo 601 presenta altos costos y déficit en su operatividad, lo cual no permite cumplir con eficacia con las mismas misiones que tiene encomendadas de realizar operaciones de inteligencia, vigilancia y reconocimiento (…) debido a la obsolescencia que presenta el sistema que actualmente tiene a su cargo. El sistema Báalam a cargo del Escuadrón aéreo 601 tiene cuatro aeronaves siniestradas dictaminadas como pérdida total”.

Para subsanar dicho problema, la Sedena requiere adquirir tres sistemas de aeronaves pilotadas a distancia, más su mantenimiento, cuyo costo asciende a 498.3 millones de pesos en total, de acuerdo con documentos de la dependencia del Proyecto o Programa de Inversión (PPI) inscrito en la Cartera de Inversión de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP).

Los siniestros de los drones del Sistema Báalam se registraron el 18 de marzo de 2020, con matrícula 5025; uno más con número 5049 ocurrió el 4 de febrero, el 52 el 1 de marzo y el 5042, el 4 de agosto, estos tres últimos en 2021.

Para intentar compensar la problemática y completar las misiones, la Fuerza Aérea hizo uso del Sistema Hermes 900. Sin embargo, se incurre en altos costos de operación y mantenimiento. Un ejemplo es que los drones de este último consumen 24.3 litros de combustible por hora, mientras que los del sistema Báalam ascendían a 3.1 litros por hora.

Otra de las problemáticas, según la dependencia a cargo del General Luis Cresencio Sandoval, es que “al carecer de más sistemas de aeronaves pilotadas a distancia para realizar operaciones y vigilancia aérea, repercuten negativamente en una disminución sustancial de horas para operaciones y las que son imprevistas”.

Una muestra es que el número de operaciones decayó de 389 a 145, y las horas de vuelo se redujeron de 389:60 a 145:00, entre 2020 y 2021, respectivamente.

Los drones que busca adquirir la Sedena cuentan con un sistema de propulsión propio, la capacidad para realizar reconocimientos de imagen de área y de punto, así como seguimiento de blancos en tierra, lo mismo que localizar la posición de un blanco por coordenadas indicando su ubicación exacta, para guiar a las tropas de superficie hacia los objetivos seleccionados y proporcionar ayuda inmediata. Según los documentos de la Sedena firmados por el Teniente Coronel Raymundo Lanz Osuna, subdirector de Material Aéreo Electrónico, el costo de los tres drones es de 318.7 millones de pesos, con una vida útil de 10 años.

A esto se agregan 178.3 millones de pesos por costos de mantenimiento por la década de uso y 1.1 millones de pesos correspondiente a costo de operación por año.

Entre los beneficios se destaca que servirán para combatir al crimen organizado de una manera más eficiente en las operaciones de apoyo a los mandos territoriales y tener una mejor perspectiva de la situación que se vive en una operación con mayor seguridad, se protege la integridad de las tropas de mar y tierra, se reduce la fatiga del de operaciones y las limitaciones humanas causadas por los diferentes factores de rendimiento, y al no haber piloto a bordo se incrementa la capacidad de carga útil o combustible y aumentan sus capacidades o autonomía.

Asimismo, establece que es posible generar fuerzas aerodinámicas en el vuelo más allá de la capacidad humana y se puede localizar la posición de un blanco por coordenadas, indicando su ubicación exacta mediante el uso del puntero láser.

La Fuerza Aérea mexicana presenta un déficit en sus aeronaves no tripuladas para la implementación de operativos de inteligencia y vigilancia en zonas de difícil acceso en contra del crimen organizado. Esto se debe al siniestro de cuatro de sus drones entre 2020 y 2021, además del vencimiento de la licencia de softwares que dejó fuera de servicio a sus sistemas de operaciones.

Las aeronaves no tripuladas y controladas a distancia del Escuadrón 601, del sistema Báalam, que es donde se presenta el déficit, tienen como función controlar y prevenir actividades de la delincuencia organizada, en distintas zonas urbanas y rurales del territorio mexicano, mediante operaciones de búsqueda, localización, obtención y difusión de información en tiempo real, diurno y nocturno.

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De acuerdo con la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), “actualmente el Escuadrón Aéreo 601 presenta altos costos y déficit en su operatividad, lo cual no permite cumplir con eficacia con las mismas misiones que tiene encomendadas de realizar operaciones de inteligencia, vigilancia y reconocimiento (…) debido a la obsolescencia que presenta el sistema que actualmente tiene a su cargo. El sistema Báalam a cargo del Escuadrón aéreo 601 tiene cuatro aeronaves siniestradas dictaminadas como pérdida total”.

Para subsanar dicho problema, la Sedena requiere adquirir tres sistemas de aeronaves pilotadas a distancia, más su mantenimiento, cuyo costo asciende a 498.3 millones de pesos en total, de acuerdo con documentos de la dependencia del Proyecto o Programa de Inversión (PPI) inscrito en la Cartera de Inversión de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP).

Los siniestros de los drones del Sistema Báalam se registraron el 18 de marzo de 2020, con matrícula 5025; uno más con número 5049 ocurrió el 4 de febrero, el 52 el 1 de marzo y el 5042, el 4 de agosto, estos tres últimos en 2021.

Para intentar compensar la problemática y completar las misiones, la Fuerza Aérea hizo uso del Sistema Hermes 900. Sin embargo, se incurre en altos costos de operación y mantenimiento. Un ejemplo es que los drones de este último consumen 24.3 litros de combustible por hora, mientras que los del sistema Báalam ascendían a 3.1 litros por hora.

Otra de las problemáticas, según la dependencia a cargo del General Luis Cresencio Sandoval, es que “al carecer de más sistemas de aeronaves pilotadas a distancia para realizar operaciones y vigilancia aérea, repercuten negativamente en una disminución sustancial de horas para operaciones y las que son imprevistas”.

Una muestra es que el número de operaciones decayó de 389 a 145, y las horas de vuelo se redujeron de 389:60 a 145:00, entre 2020 y 2021, respectivamente.

Los drones que busca adquirir la Sedena cuentan con un sistema de propulsión propio, la capacidad para realizar reconocimientos de imagen de área y de punto, así como seguimiento de blancos en tierra, lo mismo que localizar la posición de un blanco por coordenadas indicando su ubicación exacta, para guiar a las tropas de superficie hacia los objetivos seleccionados y proporcionar ayuda inmediata. Según los documentos de la Sedena firmados por el Teniente Coronel Raymundo Lanz Osuna, subdirector de Material Aéreo Electrónico, el costo de los tres drones es de 318.7 millones de pesos, con una vida útil de 10 años.

A esto se agregan 178.3 millones de pesos por costos de mantenimiento por la década de uso y 1.1 millones de pesos correspondiente a costo de operación por año.

Entre los beneficios se destaca que servirán para combatir al crimen organizado de una manera más eficiente en las operaciones de apoyo a los mandos territoriales y tener una mejor perspectiva de la situación que se vive en una operación con mayor seguridad, se protege la integridad de las tropas de mar y tierra, se reduce la fatiga del de operaciones y las limitaciones humanas causadas por los diferentes factores de rendimiento, y al no haber piloto a bordo se incrementa la capacidad de carga útil o combustible y aumentan sus capacidades o autonomía.

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