/ jueves 25 de febrero de 2021

Sepultar gente en obras de construcción, el mito para que una edificación resista

En México existen diferentes historias entorno a esto

En días pasados se dio a conocer el caso de un cuerpo sin vida a punto de ser empalado o enterrado vivo en una construcción en la ciudad de Hermosillo, Sonora, hecho que se viralizó ante lo escalofriante del hallazgo, sin embargo, durante los últimos días en las redes sociales ha trascendido una vieja creencia a cerca de sepultar personas en las obras de construcción para que esta sea todo un éxito.

Los “emparedados” son una leyenda urbana de la que se habla poco. Esta práctica ritual no es tan nueva. De acuerdo con Max Shein en el artículo “La historia no escrita de la niñez y la pediatría” –publicado en el Boletín Mexicano de Historia y Filosofía de la Medicina(UNAM, segunda época, volumen 6, No. 2, año 2003), el autor señala que los niños han sido “emparedados” desde Jericó, en una época que data de 7 mil años antes de nuestra era, y hasta el siglo XIX en Alemania, para dar con sus huesos mayor consistencia a las construcciones y puentes.

En México no hay más información documental sobre el tema más allá de los hallazgos arqueológicos hechos en diferentes conventos religiosos, como el de Santa Rosa, en el Centro Histórico de la ciudad de Puebla, donde han sido encontrados restos de mojas. Pero la tradición oral de este país señala que el mismísimo diablo suele aparecerse al ingeniero o arquitecto de obra para proponerle un trato: una persona viva a cambio de que el puente o la construcción resista.

Mientras no haya trato, la cimentación caerá una y otra vez. Entre camioneros y transportistas se cuenta que ese fue el caso de un puente de la vía Cuacnopalan– Oaxaca, en los límites estatales con Puebla, el cual se cayó en varias ocasiones, causando muchas muertes entre 1993 y 1994. Sin mayor explicación, el problema en esa obra desapareció de pronto y el puente es seguro. Ahora se le conoce como “el espinazo del diablo”.

Otra leyenda urbana poblana sobre “emparedados” es la siguiente: durante la década de los 60 se dice que en los barrios como La Luz, Analco, Los Remedios, Xanenetla y El Alto la actividad social acababa en cuanto se ocultaba el sol debido a que una camioneta gris asolaba esa y otras zonas de la ciudad recogiendo a mujeres y niños, pero principalmente a hombres indigentes, para enterrarlos vivos en los soportes de los puentes que fueron levantados sobre la autopista Puebla–Orizaba.

En días pasados se dio a conocer el caso de un cuerpo sin vida a punto de ser empalado o enterrado vivo en una construcción en la ciudad de Hermosillo, Sonora, hecho que se viralizó ante lo escalofriante del hallazgo, sin embargo, durante los últimos días en las redes sociales ha trascendido una vieja creencia a cerca de sepultar personas en las obras de construcción para que esta sea todo un éxito.

Los “emparedados” son una leyenda urbana de la que se habla poco. Esta práctica ritual no es tan nueva. De acuerdo con Max Shein en el artículo “La historia no escrita de la niñez y la pediatría” –publicado en el Boletín Mexicano de Historia y Filosofía de la Medicina(UNAM, segunda época, volumen 6, No. 2, año 2003), el autor señala que los niños han sido “emparedados” desde Jericó, en una época que data de 7 mil años antes de nuestra era, y hasta el siglo XIX en Alemania, para dar con sus huesos mayor consistencia a las construcciones y puentes.

En México no hay más información documental sobre el tema más allá de los hallazgos arqueológicos hechos en diferentes conventos religiosos, como el de Santa Rosa, en el Centro Histórico de la ciudad de Puebla, donde han sido encontrados restos de mojas. Pero la tradición oral de este país señala que el mismísimo diablo suele aparecerse al ingeniero o arquitecto de obra para proponerle un trato: una persona viva a cambio de que el puente o la construcción resista.

Mientras no haya trato, la cimentación caerá una y otra vez. Entre camioneros y transportistas se cuenta que ese fue el caso de un puente de la vía Cuacnopalan– Oaxaca, en los límites estatales con Puebla, el cual se cayó en varias ocasiones, causando muchas muertes entre 1993 y 1994. Sin mayor explicación, el problema en esa obra desapareció de pronto y el puente es seguro. Ahora se le conoce como “el espinazo del diablo”.

Otra leyenda urbana poblana sobre “emparedados” es la siguiente: durante la década de los 60 se dice que en los barrios como La Luz, Analco, Los Remedios, Xanenetla y El Alto la actividad social acababa en cuanto se ocultaba el sol debido a que una camioneta gris asolaba esa y otras zonas de la ciudad recogiendo a mujeres y niños, pero principalmente a hombres indigentes, para enterrarlos vivos en los soportes de los puentes que fueron levantados sobre la autopista Puebla–Orizaba.

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